El futbol es y será sin duda mi gran amor, mi mayor felicidad y mi fuente de esperanza. Es verdad, se escucha super raro, lo sé, pero es una cosa que tengo conmigo desde que era una guagua y que jamás me podría arrancar del corazón. Cuando chico, mi taita era muy fanático, pero acérrimo del CD La Serena. Cada sábado o domingo, iba siempre a apoyar a su equipo , y nos llevaba siempre a mi hermano chico y a mí . Íbamos primero a comprar unas sandwichs y Pepsi, que en esa época era bastante más dulce que ahora. Cuando el equipo de sus amores jugaba en región, siempre pillaba un lugar donde estuviesen jugando una pichanga de segunda división, o donde fuese que hubiese un montón de giles corriendo detrás de una pelota. El problema era que si el equipo ganaba, no podía celebrar sin exagerar. Invitaba a algunos amigos, o vecinos, siempre que fueran hinchas del mismo equipo. Una vez tuvo la buena idea de hacer la celebración del campeonato en la casa, que parecía la sede pública del equipo, puros tipos desconocidos que dejaron la tendalada en la casa, Se tragaron TODO lo que había en la cocina, no dejaron ni migas. Lo peor fue que mancharon unas bonitas cortinas vignette que mi vieja había comprado hace un par de meses, y no le habló a mi viejo en semanas. Mi padre debió portarse bien en mucho tiempo para que mi mamá no le gruñera. Mi viejo tuvo que prometer una remodelación de la casa para que mi mamá dejara de salir con el asunto del fútbol. Mi tema con el futbol son las barras. Patos malos que ensucian el deporte. En la época de mi padre era muy diferente. A lo más tenías que soportar bromas cuando tu equipo perdía, aunque eso es lo de menos. Por ese motivo ya no van familias al estadio, mucho riesgo para ver partidos que por otro lado son fomes. Además, me carga que pensemos que este país chico sea campeón del mundo, cuando verdaderamente somos super malos el futbol. Es extraño ser fanático de un deporte donde casi siempre perdemos.